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Editorial

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Éxito en tres frentes

Fernando de Buen

Lo sucedido entre ayer y hoy en los tres más importantes ámbitos del golf —femenil, varonil y amateur— no tiene precedentes en la historia de nuestro país. Se trató del triunfo de Gaby López en el LPGA Tour y los segundos lugares de Abraham Ancer —en el PGA Tour— y de Aarón Terrazas, en el Latin America Amateur Championship. Un campeonato y dos subcampeonatos en tres torneos del más alto nivel profesional y en amateur.

No cabe duda de que, como bien dice Jorge Robleda, presidente de la Federación Mexicana de Golf: «El golf mexicano avanza».

Quien me ha leído durante más de década y media sabe que no soy de halago fácil, pero también reconozco cuando las cosas están funcionando bien y, en los casos de éxito a los que me refiero en esta editorial, hay una muy grata coincidencia: los tres vivieron intensamente las etapas del golf infantil y juvenil organizado por la FMG.

Antes de que surgiera esta gratísima coincidencia calendárica, los grandes triunfos de golfistas mexicanos en el ámbito internacional habían sido producto, en gran medida, del esfuerzo personal de los propios jugadores y de su primer círculo, llámese familia, club o patrocinador. Ahí está el caso de Lorena Ochoa quien, si bien pasó por las diferentes etapas formativas del golf federado, es evidente que se trató de una golfista superdotada, cuyas cualidades superaron durante tres años a las de todas las jugadoras del planeta.

En el caso que nos ocupa —Gabriela, Abraham y Aarón—, ninguno de los tres nació con una varita mágica y su éxito está siendo producto de un trabajo extenuante para mejorar su calidad y posicionarse en la elite del golf mundial. Los dos primeros ya están ubicados entre los mejores del mundo, mientras que el tercero tiene grandes cualidades y un enorme trecho por recorrer, cuando inicie su carrera profesional. A diferencia de Gaby y Abraham, Aarón ha vivido desde su nacimiento en el ámbito del deporte de paga, y sobradamente sabe que el éxito es imposible si en la preparación no se suda por cada poro de la piel.

Afortunadamente, no están solos en este exclusivo mundo y otros mexicanos podrían estar encaminándose hacia el mismo destino. En el LPGA Tour ya se asoma María Fassi, cuya experiencia y éxito como amateur son una gran carta de presentación para esta demandante gira; entre los varones, el regreso de Carlos Ortiz al PGA Tour ha dado buenos resultados y esta campaña podría ser la de su consolidación. Detrás de él, se asoman en el Korn Ferry Tour, José de Jesús Camarón Rodríguez —cuarto lugar en el torneo inicial de la temporada— y Roberto Díaz —que comenzó bien el segundo—, más un buen grupo de profesionales del PGA Tour Latinoamérica y de la Gira de Golf Profesional Banorte, quienes buscan una rendija para colarse al éxito. En el mundo amateur, aunque es muy temprano para pronósticos, destaca ya la regiomontana Cory López, doble campeona nacional amateur, quien deberá tener una prodigiosa carrera universitaria en preparación al futuro profesional. Entre los varones ha surgido una pléyade de muchachos con gran capacidad, quienes deberán entender que, para llegar arriba, siempre se empieza desde abajo, y que el camino al triunfo está lleno de caídas, sacrificios y, sobre todo, enormes dudas sobre la capacidad que cada uno cree tener de sí mismo.

Hace apenas unos años, la sola pertenencia de un golfista mexicano al PGA Tour o al LPGA Tour era motivo de orgullo, pero hoy, gracias a estos grandes profesionales, no solo esta sensación persiste, sino que ahora podemos añadirle sin caer en la fantasía, la emoción del triunfo, algo impensable desde el retiro de Lorena y los éxitos de Esteban Toledo en el PGA Tour Champions.

Experimentar éxito en giras profesionales varoniles, femeniles y amateurs en forma simultánea, no es algo que suceda cada año en un país latinoamericano. El éxito en estos tres frentes coloca a México en el liderato indiscutible del golf del subcontinente. Es algo que no podemos soslayar, a pesar de que otros países, como Argentina, acumulan muchísimas más victorias varoniles en el golf profesional, aunque en el femenil no han tenido mayor trascendencia. Ojalá sigamos así por mucho tiempo.

Cierro con una nota personal:

Desde hace algunos años, está de moda atacar impunemente al idioma español, en aras de imponer el lenguaje incluyente. Desde los famosos «las y los» o «chiquillas y chiquillos» de Vicente Fox en México, hasta el empoderamiento internacional de los derechos de las mujeres —con los que sí estoy de acuerdo y estaré siempre—, esta forma de hablar se ha convertido en uno de los principales mandamientos del decálogo feminista, al grado de lograr que la Comisión Nacional de Derechos Humanos la imponga en los círculos políticos. Entiendo que las reglas originales fueron normadas por hombres hace ya varios siglos, como consecuencia del desprecio histórico que se tuvo por la mujer, pero ahora son parte de nuestro lenguaje y, pretender cambiarlas por decreto, cuando perviven por usos y costumbres, es simplemente absurdo.

Con todo respeto para las mujeres, el lenguaje incluyente me parece sangrón, aburrido y contrario al correcto uso del español, así que, si escribo «un golfista mexicano» o «los golfistas», a menos que especifique que se trata específicamente de varones, me estoy refiriendo a la posibilidad que se trate de personas de cualquier sexo (para mayor información sobre lo mencionado por la Real Academia de la Lengua al respecto, les recomiendo visitar esta página web).