LAS CAUSAS DEL INCREMENTO DE agresiones SEXISTAs en españa

La crisis aumenta la frecuencia y la intensidad de la violencia machista

Una mujer llora en el minuto de silencio guardado en Salt hace dos semanas en recuerdo de una mujer asesinada en esa ciudad.

Una mujer llora en el minuto de silencio guardado en Salt hace dos semanas en recuerdo de una mujer asesinada en esa ciudad.

FIDEL MASREAL
BARCELONA

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La crisis no crea maltratadores pero sí provoca que los maltratadores maltraten más. Este es el diagnóstico compartido por varias entidades y especialistas que trabajan contra la lacra machista, a la vista del aumento durante este año del número de víctimas mortales en España: 32, 7 más respecto al mismo periodo del pasado curso. Solo cinco de estas mujeres habían denunciado. En palabras de Esther Álvarez, directora de uno de los centros de apoyo a la víctima de la Generalitat, el paro «hace que existan situaciones más tensas en el ámbito de la pareja y también dificulta las rupturas de relaciones si la mujer no tiene empleo». El centro que dirige Álvarez en Sant Feliu de Llobregat ha recibido ya este año el equivalente al 60% de todos los casos registrados en el 2009. La mayoría de las mujeres atendidas en este espacio están desempleadas, tienen estudios primarios, están casadas y tienen hijos. La inserción laboral resulta fundamental en el proceso de recuperación.

Núria Fabra, directora de investigación, innovación y formación de la fundación Ires, tiene muy claro que el aumento de casos está relacionado con el paro y la grave situación económica: «La violencia machista es estructural, pero el estrés familiar provoca que se incremente tanto la frecuencia como la intensidad de este fenómeno». Un estrés que se nutre de problemas económicos, vivienda, paro… La directora de este centro, que presta sus servicios para el Ayuntamiento de Barcelona, ha escuchado a maltratadores que dicen: «Llego a casa agobiado porque no me han contratado en ningún sitio y me encuentro con que todo está desordenado, o con que mi mujer se ha comprado un vestido». La excusa más nimia enciende la mecha.

LA DEPENDENCIA DEL CÓNYUGE / En el centro de atención a la mujer de Badalona se han doblado las visitas en los últimos meses. Los responsables del servicio han percibido que la crisis influye en este aumento. Muchas mujeres ya no pueden ni trabajar en la economía sumergida y, por tanto, sufren una mayor dependencia económica respecto de su pareja. Con todo, desde el Observatorio de la Violencia de Género no se vincula directamente con la recesión económica ninguno de los 32 asesinatos machistas de este año en España.

María José Varela, abogada especialista en violencia de género, señala: «Si no eres violento, la crisis no hará que pegues a tu mujer, pero cuantos más factores de crispación existan más fácil es que se disparen las cifras». Para Varela, el paro y la precariedad no son la causa sino un desencadenante más. Montse Fernández Garrido, abogada de larga trayectoria en la lucha contra el machismo, subraya que la violencia no entiende de situaciones familiares, pero en determinadas ideologías y niveles educativos el hecho de que la mujer trabaje y el hombre se quede en casa genera un sentimiento de rabia. «Aparte de no realizar las tareas domésticas, lo que implica que ellas hacen doble trabajo, ellos se cabrean más, tienen la autoestima más baja y ahí vienen los insultos, las ofensas y cosas más graves», describe. Esta letrada destaca la necesidad de cambiar la mentalidad de algunos entornos familiares que siguen minimizando el maltrato.

EL SUPUESTO ESCARMIENTO / A esto hay que añadir el escaso recorrido de muchas denuncias. Abogadas conocedoras de la realidad de los cinco juzgados especializados en violencia de género en Barcelona explican que muchas mujeres inmigrantes dan el paso pero posteriormente no se presentan ante el juez para seguir tramitando su caso. Creen que el paso de su pareja por comisaría «le ha servido para escarmentar». El problema añadido es que otras inmigrantes sin trabajo siguen siendo invisibles a ojos de los servicios sociales. «Todavía falta llegar a ciertos colectivos de víctimas», describe Esther Costa, del colectivo Ronda.