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La intrahistoria de las negociaciones de género en la COP25: de darlas por perdidas a celebrarlas por el centro de Madrid

Acción en favor de los derechos humanos en la COP25 (Madrid).

Marta Borraz

Las alarmas fueron creciendo a lo largo de toda la primera semana de la Cumbre del Clima: las negociaciones para renovar el Plan de Acción de Género (GAP, por sus siglas en inglés) estaban siendo infructuosas. Al menos, más de lo que se esperaba. Revisar y reforzar este instrumento de cara a la implementación del Acuerdo de París el próximo año era el objetivo principal en cuanto a igualdad de género de esta COP25, pero se convirtió en un escollo inesperado que finalmente se ha desbloqueado. Este domingo, el plenario ha aprobado el texto, que las partes cerraron el pasado jueves.

Llegar hasta ahí y contar con un instrumento que pretende garantizar la inclusión de la perspectiva de género en la acción climática de los países no ha sido fácil. Tanto es así que, en la recta final de las negociaciones, el solo hecho de que no fuera cancelado era visto como un triunfo. “No podía ser que saliéramos de Madrid sin un GAP. Ahora estamos delante de un éxito”, exclama Sascha Gabizon, directora de la WECF (Women Engage for a Common Future) y miembro del Women and Gender Constituency (WGC), uno de los nueve grupos de actores interesados que forman parte de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.

En él se agrupan decenas de feministas –también existen de jóvenes o de indígenas, entre otros– que cada año acuden a las Cumbres del Clima para participar como sociedad civil. Y en esta COP, la WGC ha tenido un papel clave para que el Plan de Género haya seguido su curso. “Ha sido un trabajo tanto externo como interno. De muchas feministas que están en delegaciones y también de las que estamos fuera”, prosigue Gabizon. Muchas miradas se posan, además, en la delegación de México, cuyo papel señalan las organizaciones observadoras como clave para llegar al acuerdo.

El momento crítico llegó el pasado lunes, al inicio de la semana en la que la COP suele recibir a los políticos de alto nivel de los diferentes países. Los días anteriores se había estado negociando palabra por palabra durante horas, pero sin apenas progreso. Así que la responsabilidad de llegar a un acuerdo sobre el tema se pasó a la Presidencia de la Cumbre, que nombró un facilitador a tal efecto, algo que ocurre cuando los equipos subordinados no llegan a un pacto.

Entonces, las partes mantenían bajo discusión fundamentalmente dos puntos, según el borrador que circuló a principios de semana: el lenguaje referido a “derechos humanos” y “transición justa”, al que se oponían algunos países árabes. Por otro lado, algunos países empobrecidos de África solicitaban un mecanismo de financiación vinculado al GAP para poder desarrollar las medidas contenidas en él, algo a lo que se oponían los países del Norte global. Las organizaciones de mujeres, por su parte, también querían menciones a la financiación climática.

“En ese momento se atascó. Estábamos muy preocupadas. Había voces que decían que igual sería mejor retrasarlo hasta el año que viene para tener una versión más fuerte del GAP [al coincidir con el 25ª aniversario de la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing], pero al mismo tiempo, la Women and Gender Constituency también decía 'bueno, si la alternativa es no tener ningún GAP, mejor mantenerlo”, cuenta Chiara Soletti, miembro de Italian Climate Network (Red Italiana del Clima). La COP llegó a mitad de la segunda semana y al llamado 'Gender Day' (Día del Género, en inglés) con la principal medida a este respecto bajo sospecha.

La presión de las feministas

En medio de este embrollo que parecía irresoluble, las feministas se pusieron manos a la obra e intensificaron la presión. La Women and Gender Constituency comenzó una campaña en Twitter bajo el hashtag #ActOnTheGap y redactó cartas dirigidas a todos los ministros y ministras para que hicieran “lo posible” para “mantener vivo el Plan de Acción de Género”. “Cada una nos fuimos encargando de nuestros propios países. Y las que conocemos a las ministras, comenzamos a hablar con ellas en los pasillos o los eventos para recordarles la importancia del GAP. Mujeres asiáticas, europeas, africanas...Todas”, explica Gabizon. También dirigieron su presión a la Presidencia chilena de la COP, para la que “parecía no ser una prioridad”.

Así las cosas y sin demasiados avances, Ifema, donde se ha celebrado la COP, amanecía el jueves con cierta dosis de optimismo y muchos nervios. “Veremos qué ocurre. Hace unos días parecía que no iba a salir”, decían esa mañana fuentes cercanas a la negociación sin dejar de mirar el móvil. La Cumbre tenía agendada una ronda de consultas sobre género a las 15.00 y unas horas antes se daba por hecho que habría un texto final por la tarde. Así fue. Aunque la reunión se fue retrasando, pocos minutos antes de las 17.30 ya había un documento de consenso que confirmaba lo que al poco rato sería celebrado en los pasillos con mujeres abrazándose y chocándose las manos.

El GAP era una realidad y mantenía las referencias a “derechos humanos” y “transición justa”. Pero, además, en las negociaciones paralelas sobre el Fondo Verde para el Clima, el mecanismo diseñado para ayudar económicamente a países en desarrollo en la adaptación y mitigación del cambio climático, se había conseguido que las pautas acordadas mencionaran el Plan de Acción de Género. Algo que fue tomado como una señal de que los mecanismos de financiación reconocen el GAP como instrumento que fortalece la acción climática. Pero, ¿qué había ocurrido entre tanto para que se desbloqueara la situación?

“Había países que no querían ceder en el lenguaje de derechos humanos y otros que incluso querían ser más ambiciosos. Otro grupo quería certezas de que habría financiación. Al final, después de tanto trabajo, todos perdían si no aceptaban cosas”, explican fuentes cercanas a la negociación. El GAP “tiene mucho contenido y habían trabajado mucho en él”, así que “no tenerlo hubiera sido perder”, continúan las mismas fuentes, que directamente reducen la capacidad de desatascar el Plan de Acción de Género a “un momento en el que, literalmente, sí hay voluntad política. Y eso hace que salga adelante el acuerdo”.

“La igualdad de género no vive en el GAP”

Finalmente, el texto incorpora varias medidas nuevas y nombra, como elementos a tener en cuenta cuando los países desarrollen su acción climática, el derecho a la salud, los derechos de los pueblos indígenas, los migrantes, la igualdad de género, el empoderamiento de las mujeres o la equidad intergeneracional. Además, reconoce “con preocupación” que los efectos del cambio climático pueden diferir “a menudo” en hombres y mujeres “debido a las desigualdades de género históricas y actuales” y a otros factores que pueden ser más pronunciados “en los países en desarrollo y en las comunidades locales e indígenas”.

Un lenguaje que “de manera crucial”, celebra la Women and Gender Constituency en una nota de prensa, “toma en cuenta los derechos humanos y los desafíos que enfrentan los pueblos indígenas mientras luchan por la justicia climática y protegen a sus comunidades, asegurando una transición justa”.

Como puntos críticos, aluden a la falta de “indicadores y objetivos claramente definidos para medir el progreso” y hablan del GAP como “una herramienta para avanzar en la igualdad de género y soluciones climáticas efectivas”. “Pero la igualdad de género no vive en el GAP”, rematan. Por eso, piden una mayor ambición en la lucha contra el cambio climático y que la transición sea verdaderamente justa para las personas más vulnerables.

El Plan de Acción de Género tardó tres días en ser aprobado en el plenario de la COP25 porque las negociaciones se fueron retrasando hasta llegar a un acuerdo in extremis, pero desde el jueves las activistas y miembros de organizaciones ya daban por hecho que era una realidad. “Un pequeño éxito cuando ya casi parecía imposible”, dice Gabizon, que vuelve a señalar a México como uno de los actores clave. Tan por hecho lo daban que unas horas después de que las partes cerraran el texto, unas cuantas feministas venidas de todo el mundo se fueron al centro de Madrid a celebrarlo. Cómo no, a un restaurante mexicano.

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