Capítulo V
Donde se prosigue la narración de la desgracia
de nuestro caballero (1 de 2)
Viendo, pues, que, en efeto, no
podía menearse, acordó de acogerse a su
ordinario remedio, que era pensar en algún paso
de sus libros1, y
trújole su locura a la memoria aquel de
Valdovinos y del marqués de Mantua, cuando
Carloto le dejó herido en la montiña2,
historia sabida de los niños3, no
ignorada de los mozos, celebrada y aun creída de
los viejos, y, con todo esto, no más verdadera
que los milagros de Mahoma4. Esta,
pues, le pareció a él que le venía de
molde para el paso en que se hallaba, y así, con
muestras de grande sentimiento, se comenzó a
volcar5 por la
tierra y a decir con debilitado aliento lo mesmo que
dicen decía el herido caballero del bosque:
—¿Dónde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
o eres falsa y desleal6.
Y desta manera fue prosiguiendo el romance, hasta
aquellos versos que dicen:
—¡Oh noble marqués de Mantua,
mi tío y señor carnal7!
Y quiso la suerte que, cuando
llegó a este verso, acertó a pasar por
allí un labrador de su mesmo lugar y vecino
suyo, que venía de llevar una carga de trigo al
molino8; el cual,
viendo aquel hombre allí tendido, se llegó
a él y le preguntó que quién era y
qué mal sentía, que tan tristemente se
quejaba. Don Quijote creyó sin duda que aquel
era el marqués de Mantua, su tío, y,
así, no le respondió otra cosa sino fue
proseguir en su romance, donde le daba cuenta de su
desgracia y de los amores del hijo del Emperante con
su esposa9, todo de
la mesma manera que el romance lo canta.
El labrador estaba admirado oyendo
aquellos disparates; y quitándole la visera, que
ya estaba hecha pedazos, de los palos, le limpió
el rostro, que le tenía cubiertoI
de polvo; y apenas le hubo limpiado, cuando le
conoció10 y le
dijo:
—Señor QuijanaII, 11
—que así se debía de llamar cuando
él tenía juicio y no había pasado de
hidalgo sosegado a caballero andante—,
¿quién ha puesto a vuestra merced desta
suerte?
Pero él seguía con su romance a cuanto le
preguntaba. Viendo esto el buen hombre, lo mejor que
pudo le quitó el peto y espaldar, para ver si
tenía alguna herida, pero no vio sangre ni
señal alguna. Procuró levantarle del suelo,
y no con poco trabajo le subió sobre su jumento,
por parecerleIII
caballería más sosegada. Recogió las
armas, hasta las astillas de la lanza, y liólas
sobre Rocinante, al cual tomó de la rienda, y
del cabestro al asno, y se encaminó hacia su
pueblo, bien pensativo de oír los disparates que
don Quijote decía; y no menos iba don Quijote,
que, de puro molido y quebrantado, no se podía
tener sobre el borrico y de cuando en cuando daba
unos suspiros, que los ponía en el cielo12, de modo
que de nuevo obligó a que el labrador le
preguntase le dijese qué mal sentía13; y no
parece sino que el diablo le traía a la memoria
los cuentos acomodados a sus sucesos, porque en aquel
punto, olvidándose de Valdovinos, se acordó
del moro Abindarráez14, cuando
el alcaide de Antequera, Rodrigo de Narváez, le
prendió y llevó cautivoIV
a su alcaidía15. De
suerte que, cuando el labrador le volvió a
preguntar que cómo estaba y qué
sentía, le respondió las mesmas palabras y
razones que el cautivo Abencerraje respondía a
Rodrigo de Narváez, del mesmo modo que él
había leído la historia en La
Diana de Jorge de Montemayor, donde se
escribe; aprovechándose della tan a
propósitoV,
que el labrador se iba dando al diablo16 de
oír tanta máquina de necedades; por donde
conoció que su vecino estaba loco, y dábaleVI
priesa a llegar al pueblo por escusar el enfado17
que don Quijote le causaba con su larga arenga18. Al cabo
de lo cualVII
dijo:
—Sepa vuestra merced, señor don Rodrigo de
Narváez, que esta hermosa Jarifa que he dicho es
ahora la linda Dulcinea del Toboso, por quien yo he
hecho, hago y haré los más famosos hechos
de caballerías que se han visto, vean ni
verán en el mundo.
A esto respondió el labrador:
—Mire vuestra merced, señor,
pecador de mí, que yo no soy don Rodrigo de
Narváez, ni el marquésVIII
de Mantua, sino Pedro Alonso, su vecino; ni vuestra
merced es Valdovinos, ni Abindarráez, sino el
honrado hidalgo del señor QuijanaIX.
—Yo sé quién soy19
—respondió don Quijote—, y sé
que puedo ser, no solo los que he dicho, sino todos
los Doce Pares de Francia20, y aun
todos los nueve de la Fama21, pues a
todas las hazañas que ellos todos juntos y cada
uno por sí hicieron se aventajarán las
mías22.
Notas:
- (1) ‘algún
episodio de sus libros’ (la misma frase, con
sentido diferente, se encuentra en I, 4, 67-68); pero
como en los libros de caballerías no hay ninguna
derrota tan infamante, le viene a la memoria el romance
del Marqués de Mantua, como sucede en el
anónimo Entremés de los romances,
en el que Bartolo, el protagonista, apaleado con su
propia lanzaArmas blancas,
recuerda ese mismo romance. Se haría, pues,
entre el capítulo anterior y este, la parodia de
una parodia. º volver
- (2) ‘espesura con
árboles, bosque’; Carloto es el
hijo de Carlomagno, y el herido es Valdovinos. Los
romances de Valdovinos y del Marqués de Mantua
derivan de la leyenda francesa de Ogier li Danois;
tanto el romance como el término vuelven a
recordarse en II, 23, 828. º volver
- (3) El larguísimo
romance se empleaba en las escuelas para aprender a
leer. º volver
- (4) Se le
atribuían como milagros hechos triviales o
perogrulladas; el Islam, que C. debía conocer,
rechaza el poder taumatúrgico de Mahoma.
º volver
- (5)
‘comenzó a rodar, a revolcarse’.
º volver
- (6) Los versos no
proceden directamente del romance antiguo, sino de una
adaptación que aparece en la Flor de varios
romances nuevos de Pedro de Moncayo (1591); los
versos tercero y cuarto no aparecen en el romance viejo
original. º volver
- (7) El romance antiguo
dice «mi señor tío carnal»;
la versión quijotesca no solo es disparatada,
sino suena hoy divertidamente obscena. º volver
- (8) una carga:
‘dos talegadas, de dos arrobas cada una, si es de
trigo’. º volver
- (9) Emperante:
‘Emperador’; se refiere a Carlomagno.
º volver
- (10) La acción
del labrador coincide con lo que el romance dice de
Daniel Urgel al encontrar a Valdovinos malherido.
º volver
- (11) El labrador Pedro
Alonso es el único personaje de la Primera parte
que llama al protagonista por su propio nombre.II, º volver
- (12) ‘que eran muy
fuertes’. volver
- (13)
preguntase: ‘suplicase, rogase’; la
frase completa significa: ‘le hiciese preguntas
para que le dijese qué dolor
sentía’. º volver
- (14) Se trata de la
historia de El Abencerraje y la hermosa Jarifa,
incluida en el Inventario de Antonio de
Villegas, y recogida en el libro IV de La Diana
de Jorge de Montemayor a partir de la edición de
Valladolid de 1561, a la que C. se refiere. º volver
- (15) ‘plaza fuerte
gobernada por un alcaide’ (véase I, 2, 51,
n. 62); Rodrigo de Narváez fue el primero de
Antequera, después de su conquista. volver
- (16) ‘iba
maldiciéndose’. volver
- (17) ‘librarse del
hastío’. volver
- (18) ‘perorata,
retahíla de palabras’ «que se
pudiera muy bien escusar» (I, 11, 123). volver
- (19) A menudo se ha
entendido que DQ afirma en esta frase su fe en
sí mismo y en su misión. º volver
- (20) Los doce paladines
que acompañaban a Carlomagno, personajes de
muchos romances. º volver
- (21)
Nueve hombres que podían servir de ejemplo para
los caballeros; eran tres judíos
—Josué, David y Judas Macabeo—, tres
paganos —Alejandro, Héctor y Julio
César— y tres cristianos —Arturo,
Carlomagno y Godofredo de Bullón. Se cuentan sus
vidas en la Crónica llamada del triunfo de
los nueve más preciados varones de la Fama,
traducida por Antonio Rodríguez Portugal
(Lisboa, Galharde, 1530) y varias veces reimpresa en el
siglo XVI. º volver
- (22)
‘sobrepasarán las mías’. volver
Notas críticas:
- (I) 72.14 le tenía
cubierto
A+ lo tenía lleno
B+ volver
- (II) 72.16 Quijana A+ Quijada
B+ volver
- (III) 72.23 por parecerle B+ por parecer A+ [La de B es la
única forma usada en el Q. volver
- (IV) 73.4 cautivo
edd. preso
C volver
- (V) 73.9 a
propósito
A+ de
propósito B+ volver
- (VI) 73.11 dábale
edd. dábase LO FL [Cabe entender:
‘el oír...’ o, incluso,
‘el hecho de conocer... dábale al
labrador priesa...’; pero es probable que la
corrección acierte. volver
- (VII) 73.13 lo cual edd. la
cual CL FL volver
- (VIII) 73.20 Marqués edd. Márquez A FL [Debe ser el
impresor, no el personaje, quien sufre la
atracción del sufijo de los Narváez
y Abindarráez contiguos. volver
- (IX) 73.22 Quijana A+ Quijada
B+ volver
Notas complementarias:
- (1) 71.1—La relación entre el
Entremés de los romances y el Q.
ha sido uno de los asuntos más controvertidos
cuando se ha intentado explicar la concepción de
la novela cervantina y su núcleo originario;
tras la publicación del entremés por A.
de Castro [1874] y el estudio de R. Menéndez
Pidal [1920/58:n. 4]b, los hitos
más importantes en la polémica han sido
RM IX:165-169, Millé y Giménez [1930],
Stagg [1953], López Navío
[1958b; 1959-1960],
Varo [1968:127-139], Eisenberg [1984c], Riley
[1986/90:59] y Orozco Díaz
[1992:201-209]b; cf.
Lecturas. ¶ MacCurdy y Rodríguez
[1978b] piensan en una locura secundaria, que convierte
al héroe de protagonista de libros de
caballerías en personaje del
romancero.
volver
- (2) 71.2—montiña: CL, RM, VG. G.
Vicente, Compilação, II, p. 251:
«El mozo y la moza / van en romería /
tómales la noche / n’aquella
montiña»; Antología de la
poesía española, p. 27:
«Halléme perdida en una
montiña echéme a dormir al pie
dell encina... / So el encina»; para el valor
expresivo de montiña, M. Alvar
[1993:205-206]. ¶ CL, MU; el romance al que se
refiere C. es el que comienza: «De Mantua sale el
marqués / Daniel Urgel...». ¶
Valdovinos procede del francés
Baudouin, pero la Primera parte del
Quijote, como otros textos
contemporáneos, lo escribe con V- por
relacionarlo con val(le), mientras la
Segunda lo trae con B- (II, 23, 828).
volver
- (3) 71.3—Sobre la difusión del romance
del marqués de Mantua, cf. RM, que aduce a Mateo
Alemán y a Rodrigo Caro.
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- (4) 71.4—SB,
RM; CL alega este pasaje para afirmar que C., al
escribir este capítulo, no había pensado
todavía en crear el personaje de Cide Hamete
(<SB, >VG).
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- (5) 71.5—RM.
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- (6) 71.6—Flor de varios romances nuevos,
primera y segunda parte del bachiller Pedro de
Moncayo, BarcelonaBarcelona en el siglo XVII,
1591, f. 100v. ¶ AA; sin embargo, cabe la
posibilidad de que los versos extraños
estuviesen en alguna versión de pliego suelto,
hoy desconocido.
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- (7) 72.7—PE,
MU; la edición de A. de Castro del
Entremés de los romances ofrece una
versión igual a la cervantina, que no fue
admitida en la de D. Alonso [1936a:137]: quizá
se podría pensar en una
«reelaboración» de A. de Castro para
poder justificar su atribución a C.; de hecho,
tanto el texto de la Parte tercera de Lope,
seguido por D. Alonso, como el «ejemplar
suelto» de Fernández Guerra que cita A. de
Castro [1874:162, n. 2], coinciden en escribir
«mi señor tío carnal». ¶
En la versión presente en la Flor (1591)
no aparecen estos últimos dos versos,
pertenecientes al romance viejo, lo que indujo a CL, RM
y MU —entre otros— a creer que C.
confundió las dos tradiciones al citar de
memoria.
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- (8) 72.8—«Un cuevano es un cuevano; / dos
cuevanos, una carga; / tres cuevanos, carga y
media; / cuatro cuevanos, dos cargas» (copla
popular aragonesa); las talegas se colocan en los
cuévanos que lleva el burro.
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- (9) 72.9—En
el romance citado: «Hame ferido Carloto / el hijo
del Emperante».
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- (10) 72.10—CL, VG, RQ.
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- (11) 72.11—Quijana: Pedro Alonso vuelve a
llamar a DQ con su nombre en I, 5, 73 (>MU);
Madariaga [1962] observa que la oscilación en el
apellido del hidalgo (al final se le llamará
Quijano) demuestra la falta de importancia que
le otorgaba C. (JA, VG). MacCurdy y Rodríguez
[1978a], Reyre [1980:122-123].
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- (12) 72.13—RM.
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- (13) 73.14—PE, CL, RM, MU, Fosalba [en
prensa]b.
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- (14) 73.19—Yo sé quién soy:
MU; Unamuno [1905] (>García Martí
1947:45-50), Riley [1966:120-122; 1986/90:72], Basave
Fernández del Valle [1968:261-265], Willis
[1969], Avalle-Arce [1976], Romero Márquez
[1986], Salazar Rincón [1986:232-233],
Marías [1990:118-121], Presberg [1994]. R.
Menéndez Pidal afirma que la personalidad de DQ
queda siempre «firme y erguida frente a la de los
héroes que le enloquecen» [1920/58:24];
por su parte, Allen [1969-1979:I, 90] compara la
afirmación de C. con la de Segismundo en La
vida es sueño. Para una bibliografía
sobre el tema, VG.
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- (15) 73.20—CL, MU. «Asimesmo quiero
conceder que hubo Doce Pares de Francia, pero no quiero
creer que hicieron todas aquellas cosas que el
arzobispo Turpín dellos escribe, porque la
verdad dello es que fueron caballeros escogidos por los
reyes de Francia, a quien llamaron pares por ser
todos iguales en valor, en calidad y en
valentía» (I, 49, 567); la historia de su
institución está contada en el
capítulo IX de la crónica del
Pseudo-Turpín (Codex Calixtinus, p. 429).
Los nombres de los paladines son variables; los
más popularizados por los romances son
Roldán o Rolando, Oliveros, Turpín,
Valdovinos, Daniel Urgel, Ganelón, Reinaldos de
Montalbán y Gaiferos.
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- (16) 73.21—CL, RM, CZ.
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